De libros y botes

Ahí estabas vos con un libro bajo el brazo. Flotando en un bote de papel y un mar lleno de dudas.

Ahí estaba yo, con un libro sobre mis brazos. Flotando en un bote de papel y un mar lleno de dudas.

Jugué a hacerme el lector. Mi mirada se dividió en dos, un ojo mostrándote cierto desinterés, el otro, mirándote sin que lo notaras. Creíste que no te importaba, que todo lo que tenías para darme no me interesaba.

Te convenciste, te cansaste de esperar, navegando hace tiempo en un mar sin certezas, diste media vuelta y te pusiste a remar. Desesperé con el simple hecho de que dejaras de mirarme, empecé a gritarte sin que pudieras escucharme.

Y así terminó la historia… y así empezó nuestra historia.

Remé contra viento y marea para alcanzarte. Me puse a la par para que hablemos. Y así fue como conectamos, me hablaste de tu bote, de todo lo que traías con vos y te hablé del mío, de todo lo que traía con él. Nos desilusionamos al ver que no eran como los habíamos imaginado, ni yo el tuyo, ni vos el mío. Levantamos los hombros en señal de resignación ante el falso idealismo del amor.

Te hablé de corazón y me creíste, me hablaste de corazón y te creí. Nos acercamos, lentamente, buscando seguridad en un mar lleno de dudas. Las sonrisas y las risas, las caricias, los viajes, los gestos de amor, la confianza, la alegría, la transparencia, la paciencia, las charlas, los mates y los vinos fueron libros que tiramos al agua en señal de protesta a tanto miedo. Lo hicimos también para ver si flotaban, si éramos capaces de caminar sobre ellos… y acá estamos.

Los dos en un mismo bote, ni el tuyo, ni el mío, nuestro. Vos sentada sobre mis piernas, riéndonos de las olas de dudas que no tienen fuerza para darnos vuelta, vos con un vino blanco, yo con un tinto, leyendo en voz alta el mismo libro que se llama «De libros y botes»…