El odio

Odio tener que meterme en el fondo de mis entrañas, las más oscuras y llenas de verdín, para poder escribir lo que tengo que escribir. Odio “tener que escribir” y mucho más tener que estar escribiendo esto. Pero no me queda otra.

Odio la incoherencia y odio ejercerla. Odio a todas las personas que se cruzaron en mi camino y ahora las admiro. Odio que me hayan puesto la vara tan alta, porque ahora me hacen odiar los idealismos. Odio creer que nunca voy a llegar a ser como ellos. Odio tener que pagarle a alguien para entender que al final voy a llegar, y si no llego, que “todo va a estar bien”…

Odio a mi psicólogo por haberle puesto nombre a todos estos conceptos. Odio las charlas profundas donde no me siento cómodo. Odio equivocarme y mucho más que me lo marquen. Odio ilusionarme y de un plumazo desplumarme. Odio los desencuentros amorosos. Odio que me traten como a un desconocido de un día para el otro. Odio los mensajes secos y con nombres propios. Odio los celos, la falta de confianza y la desesperanza.

Odio las impuntualidades, las mentiras, y a las personas que no van de frente.

Odio que llueva cuando tengo el ánimo por el piso. Odio dar consejos y entender que me estoy hablando a mi mismo, odio esa pausa que dura milésimas de segundos. Odio a mi sentido común cuando se despierta. Odio a mi ego, con toda mi alma. Ya esta altura, creo que es lo que más odio. Odio los “porque yo” y los “yo a tu edad”. Odio las frases hechas y odio que me rompan las pelotas con manuales y reglas.

Odio a los que dicen “que se mueran todos ahí adentro”. Odio a los soberbios y a los que no piden ayuda. Odio a los todopoderosos que no son más que una manga de lacras inseguras. Odio los mandatos familiares y las creencias populares. Odio a los que no se cuestionan un carajo y van por la vida flotando. Odio a los que tienen el culo de haber nacido en cuna de oro y se jactan de haberlo logrado todo.

Odio los trenes nuevos que están impolutos. Odio que no tengan historias para contar. Odio los perfumes baratos y las risas extremadamente fuertes. Odio los besos con lengua en público cuando no soy yo el que los da. Odio a Spotify cuando elige una canción aleatoria que no quería escuchar. Odio los goles fallidos frente a un arquero y odio tirar mal un tiro libre. Odio la poca sangre en el fútbol y mucho más la tibieza en la vida. Odio a las personas que no van a todo o nada, odio los grises y mucho más los extremistas que se juegan por un color que no es el mío.

Odio por todos lados, siento, veo y respiro odio. Me tomé en serio lo de odiar para escribir, abrí una ventana que ahora no puedo cerrar y hasta creo que te estoy odiando a vos, que llegaste hasta acá leyéndome y me vas a criticar por estos párrafos insulsos. Yo también los odio, no te preocupes. Solo cumplo con el deber de escribir para hoy y, hablando de eso, odio la consigna del día y odio confesar que no la pasé tan mal.