La vieja

En el campo.Es de noche, hace frío y estoy solo (con un buen vaso de whisky). Llegué a casa después de un largo día de laburo y facultad, como de costumbre, sana costumbre. Me siento a escribir un poco, pero qué soledad qué hay. Rudo en su cucha durmiendo, la música esta bastante fuerte para ser las 0:48 de la noche. Los viejos están en Tandil visitando a la gorda (mi hermana), al gordo y a Quiquito (mi sobrino), de a ratos se los extraña (no voy a negar que me fascina estar solo pero porque sé que vuelven.)

Con la vieja nos despedimos el martes a la mañana, con un tibio beso y un «buen viaje» pero con una aclaración: «Vieja, el jueves es tu cumpleaños, no nos vamos a ver…» y con una sonrisa le dije: «No esperes una nota como la del viejo en el blog por que no llegué a escribirla y no voy a llegar». Bueno, le mentí. Es irresistible, es más fuerte que yo, no puedo no dejar plasmado con algunas palabras lo mucho que la quiero. Así como el viejo se encargó de dejarme el concepto de laburo, familia y amistad, la vieja se encargó de mi parte emotiva, de los valores, de las sanas costumbres, de la religión, de señalarme «lo bueno» y «lo malo», y de tantas otras cosas más… Fue mi sostén en innumerables caídas, mi consejera, mi amiga, mi compañera…

(Aclaro que es muy probable que no logre transmitir la esencia de la vieja, pero lo voy a intentar.)

Élla es una mujer elegante, emotiva y sensible, que educó a sus hijos con un sello y estilo muy particular, que llevan cada uno de ellos al andar. Sus hijos somos nosotros, los sensibles, pero no sensibles de mariconear por ahí (algunos si), sino de sentir, de sentir las cosas de verdad. De ser apasionados, torpes pero transparentes. Y cuando algo no nos gusta, se nos nota en la cara y muy pocas veces nos quedamos callados. Y cuando algo nos gusta se nos nota en las orejas, por que sonreímos tanto que se mueven para arriba y para abajo. Ese es el sello de la vieja.

Laburadora, fuerte y aguantadora, religiosa, recta y sin medias tintas. Todo lo que le molesta «lo ofrece», todo lo que no le molesta «lo agradece». Amante de San Jose María.

Acompañante incondicional del viejo, de sus hermanos, de sus cuñados, de sus sobrinos y de sus nietos.

Está, ella simplemente está y siempre pero siempre en segundo plano, sin alardear, sin querer figurar, sin querer llamar la atención.Los viejos en Los Espartanos

Y de esto puede dar fe el teléfono, que suena y suena pidiendo por ella, desde todas partes. Siempre me asusto pensando que hay un llamado trágico pero después me doy cuenta que nada pasó, sino que «necesitan» hablar con ella porque ven lo mismo que veo yo: una compañera, una amiga, una consejera, una GUÍA.

Muchas veces cuando quiero rezar, intento graficar y pensar que abrazo a la Virgen, pero cuando ya no puedo más de angustia por algún que otro motivo que nos da la vida, entonces la veo a la vieja. De esa manera hago real mi pedido y siento como si de verdad estuviera hablando con la Virgen, es mi forma de humanizarla. Siento que tienen tantas cosas en común…

Raro, rarísimo, pero me pasa. Calculo que debe coincidir que en las dos mujeres esta el amor absoluto de una madre a un hijo, y por eso las relaciono, calculo también que debe ser por que la vieja se encargó de guiarme espiritualmente. No lo sé, y no podría sacar una conclusión (tampoco la busco).

(Hoy, 9 de mayo de 2016, corrigiendo y actualizando esta nota me di cuenta que el Evangelio del día titula «Aquí tienes a tu hijo. Aquí tienes a tu madre» linda… ¿casualidad?)

Cuando contaba en la nota del viejo que él había encontrado a una mujer perfecta y que ella merecía una nota aparte, era verdad. Bueno acá esta, fueron pocas las palabras, son muchas las horas de cansancio, pero creo haber podido transmitir algo de su esencia. Lo que no voy a poder transmitir es lo que siento en este momento, cuando cierro los ojos y me veo caminando por un camino largo y difícil, que termina allá arriba, en el cielo (si Dios quiere) y que está lleno de obstáculos pero no hay preocupaciones porque la vieja está al lado, caminando a la par, para levantarme cuando me caiga…

Casamiento de Merce.

Hoy en su cumpleaños le quiero agradecer por todo lo que me dio en esta vida y, por sobre todo, por haberme dado la vida.

Un beso no tan tibio como el del martes a la mañana, sino uno más grande.

Tu hijo menor.