Las 14:14 hs

­Un desfile intenso de vendedores ambulantes. Dos enfermeras del Municipio hablando sobre sentarse frente al Juez para pedirle una evaluación en conjunto a no sé quién. Una mujer con el pelo rasurado de un lado y el flequillo que le cubre el resto de la cara del otro, escucha música enojada, su mochila lleva un pañuelo verde. Un hombre que no tiene auriculares, ve videos de sus redes sociales en volumen máximo, no sonríe. Una persona discapacitada en muletas y con los píes mutilados pide ayuda sonriendo. Un joven con arito y pantalones chupines con agujeros intencionalmente cortados a la altura de la rodilla mastica chicle con la boca abierta. Un chico con anteojos lee desde su celular mientras se rasca la nariz. Un padre le ata los cordones a su hijo que habla con un tono agudo e irritante. 

Uno de los vendedores ambulantes que desfila frena en la puerta en la que estoy sentado, tiene una canasta llena de productos artesanales. Desde 1998 trabaja en un hogar que rehabilita a personas adictas al paco. Se queja porque la policía hace vista gorda con los vendedores de droga de la Villa 31 y ningunea a los que venden sándwiches y empanadas. Critica a los gobernantes de turno: “Señores, si ponen toda la plata que ponen en impuestos y no pasa nada, pueden poner esa plata en estas medialunas para el mate que nosotros, con lo que ganamos, abrimos otros centros de rehabilitación y seguimos sacando gente de la calle”.

Logra convencer a varios y uno le compra dos bandejitas de pepas. ¿Alguien tiene una bolsa para que el señor no se las lleve en la mano? Grita ante la atónita mirada de varios. Un joven deja su libro nuevo desnudo y le contesta: ¿Te sirve? Ya está, ya está, ya tengo bolsa, grita como si el resto de los pasajeros estuviera pendiente.

Son las 14:14hs, me encanta mirar el reloj cuando los números coinciden, dicen que es cuando vivís el presente, me pasa cada vez más seguido.