Lazos de sangre… y música

securedownloadCómo no sentir la música de esta manera si a los 6 años mi hermano me hacía dormir con «The Division Bell» de Pink Floyd. Era la única forma que el demonio de Tasmania se tranquilizara. Con esas voces y esas guitarras… Así nació mi amor por los acordes, escuchando a una de las mejores bandas de toda la historia. Nací con una cultura musical que, por lo menos a mí, me enorgullece. ¿Méritos? Ninguno. Quizás ser el menor de seis hermanos, mentores de esta educación musical… Pero no importa, no voy a hablar de eso, no te quiero aburrir.

Te quiero transmitir lo que yo siento por esta pasión. Así la defino, porque es increíble la capacidad que tiene para llevarme a miles y miles de kilómetros con tan solo un simple «Play» en mi iPod. Es indescriptible lo lejos que me voy cuando mis parlantes dicen «Max.». A mayor volumen, creo, mayor disfrute. No hay día que mis oídos no sonrían, porque no escuchan los bocinazos de la capital de un país enojado, prefieren sonreír cada vez que escucho una buena canción. Prefieren alegrarse cada vez que suena Pearl Jam, Bruce Springsteen, Eddie Vedder, Pink Floyd y hasta el mismísimo flaco Sabina. Cuando ellos me saludan, cuando se hacen sentir en mis tímpanos, no logran más que obligarme a cerrar los ojos y viajar con la mente.

Hay música para cada momento, para cada situación. Estas obras de arte se adaptan a cualquier situación que atravesamos. Las hay para estudiar, para salir a correr, para tomar un café, para tomar un Fernet. Para bailar, para dar un paseo, para dar un abrazo. Para viajar en tren, en auto o en bici. Hay música para cada segundo de nuestras vidas.

Son ACDC o tal vez The Killers, quienes me obligan a dejar absolutamente todo en cada entrenamiento. Es algún tema instrumental o quizás también Mozart, el que me ayuda a repasar cada renglón de mis apuntes de la facultad. Un tema de Gilda puede hacerme sonreír y disfrutar cada paso con mi compañera de vida. Joaquín Sabina me acompaña con un buen whisky frente a la chimenea en Costa Esmeralda o tal vez en el jardín, mirando las estrellas y reflexionando sobre la vida… Fue él, también, quien dijo:

«La música es, sin dudas, la mejor manera que tenemos para vivir.»