Por un par de botines

Tenía nueve años y era el 10 del equipo. El técnico comentaba a sus alrededores que el pibe tenía condiciones. Lo llevaban de un lado al otro, era de esos que hacían ganar partidos…

Un día, después de un entrenamiento, el técnico reunió a sus dirigidos en la mitad de la cancha. Tenía la pelota debajo de su pie izquierdo y el silbato colgado en el pecho, estaba de jogging y campera deportiva de una marca que no aparecía en televisión. Cada vez que abría la boca, no volaba una mosca; los chicos sabían que siempre había algo para corregir. Dio algunas lecciones, felicitó al 4 porque había subido varias veces a tirar centros y le dijo al 10 que siguiera así, pero que empezara a tocar de una. El 10 lo miró atentamente, comprendió y volvió a poner, angustiado, la mirada perdida en la tierra. Todos sus compañeros tenían botines y él jugaba con zapatillas rotas, medias de colegio y traje de baño con red. Sentía vergüenza de no tener lo que los demás tenían y eso le dolía tanto como que sus padres no puedan pagar la cuota. El técnico dio la última corrección y, antes de terminar, contó la noticia más importante de los últimos fines de semana: el miércoles siguiente se iban a probar a Boca tres pibes;  el 10, el 7 y el 5. No lo podían creer, el 7 y el 5 se abrazaron y el 10 le sonrió al técnico.

Pasaron los días. Llegó el martes a media tarde. Faltaban pocas horas para ir a Casa Amarilla y el pibe entró en pánico porque sabía que no podía presentarse en zapatillas rotas a semejante oportunidad. Salió de su casa antes de que oscurezca, entró en una tienda deportiva y se quedó quieto mirando unos botines. Le pidió al vendedor un talle 36, medias azules y unas canilleras. Se las probó y sentía que todo le quedaba bien.

Lleno de angustia; puso los botines contra el piso fingiendo que probaba el talle y empezó a transpirar, miró atentamente al vendedor, vio que atendía a otra persona, aprovechó la situación y se fue corriendo con todo puesto… fue su primer robo.

Hoy el 10 cuenta, en charlas a cientos de personas, que nunca llegó a aquel entrenamiento, que la vida se le complicó y estuvo doce años preso, que jugó al rugby en la cárcel, que es el capítulo de un libro, que una tarde recibió un llamado para subir el Aconcagua y fue uno de los pocos que hizo cumbre sin siquiera conocer una montaña…

Y también cuenta que aquel martes a la tarde, pocas horas antes del entrenamiento, perdió la inocencia para siempre.