Sigue brillando, diamante loco…

Migue

Una sola canción que se repite cada vez que llega a su final…

No podía ser de otra manera, esta nota no la iba a poder escribir en el tren, ni en la facultad, ni en el laburo, ni en otro lugar que no sea en mi cuarto. Con la puerta cerrada, la música a niveles que sólo yo creo poder aguantar y una canción. Una sola canción que se repite cada vez que llega a su final, al igual que cada una de mis lágrimas. Fue el mismo tema que escuche el día que te fuiste, el día que tu hija más grande me llamó por teléfono a las siete de la mañana para darme una de las peores noticias que pude recibir en toda mi vida: “Papá se fue” me dijo una voz desgarrada. Una voz que no salía del impacto. Una voz que me confirmó lo que no quería oír: “tuvo un accidente en la moto”. 

Cómo describir lo importante que fuiste para mi, amigo… Cumpliste todos los roles que puede alcanzar una relación, gracias a vos fui hijo, hermano, amigo.

Tu adolescencia estuvo marcada por una educación implacable, fuiste parte de La Marina, establecimiento que te logró realizar en un gran porcentaje como per

sona… Del otro porcentaje restante se ocupó Diana, tu mujer, una de las mujeres más increíble de esta tierra.

Punto aparte: ¡qué suerte tuviste macho! Te felicito, todavía no conocí a una como ella, con esa fuerza, ese espíritu y esa nobleza. La debés haber conquistado con tus chapas, tu barba candado y con esa onda tan particular que tenías… Formaste con ella una de las familias más lindas que conozco, con cuatro hijos que me llenaron la infancia de vida, de felicidad y me la siguen llenando hoy desde su lugar.

Lo más lindo que dejaste fueron a estas cinco personas que valoro, respeto y quiero con el amor más profundo de mi corazón. Gracias Migue por haberme dejado a Dianita, a Pachu, a Tute, a Juancho y a Manu. Fue tu regalo más lindo.

Volviendo a tu persona… qué linda era tu risa macho, que carcajada tan particular, la oigo cada vez que cuento un buen chiste. Cómo se te transformaba la cara cuando sonreías, eras una luz, pero… ¡qué cabrón eras, hijo de puta! Qué fuerte era cuando se te saltaba la térmica y qué cagaso verte de mal humor, caminabas y se cortaba el aire. Qué personalidad, qué presencia.

Cómo me soportaste durante 20 años todavía no sé, lo único que tengo para decirte es gracias. Gracias por ser el vecino con el cual aprendí tantas cosas, aprendí de fierros, de lavarropas, de minas, de La Marina y también me diste infinidades de argumentos para decir que hoy te extraño como nunca. Porque puedo ni quiero olvidarte, campeón.

Pasaron 9 años Migue, pasaron 3.285 días desde el puto momento en el que el de arriba decidió llevarte. Sí, sé que estas cosas se «deben» aceptar… Sé que al Barba no se le discute, en lo posible se agacha la cabeza y se acepta… pero cómo me costó asimilar que te fuiste. Me es inevitable no hacerle alguna que otra pregunta, ¿y si tan sólo te dejaba un par de años acá abajo? En fin, no voy a encontrar respuestas, sólo quiero que estés allá con él. Quiero que estén los dos juntos, con eso me basta y sobra.

Te extraño “viejo”, te extraño amigo. Lo único que pido cuando miro al cielo, es que sigas brillando, diamante loco, porque eso eras, un diamante loco. Ese es el tema que hoy escucho, ese es el tema que escuché el día que te fuiste, esa es la obra de arte que dejó Pink Floyd, que a vos tanto te gustaba y que me hace acordar a tu sonrisa:

“Shine on you crazy diamond”


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